jueves, 27 de enero de 2005

Metro de día, Metro de noche

La noche en el Metro es suburbial, la soledad del viandante, susceptible a cualquier caminar, se ve acompañada por el olor a subterráneo enmohecido por los vapores humanos acumulados durante la larga jornada de ires y venires.

El Metro respira melancolía de trajines y disfruta de ellos en su última hora de recorridos cansinos que se van ralentizando al paso del minutero cojo.

Así hasta que se extingue para hallar descanso junto a Saturno, hasta su próximo viaje, quizás ya algo revitalizado pero asqueado de respirar túneles oscuros y solitarios.

Durante su diurnidad, el Metro sueña con su jubilación, una jubilación en la que surca montañas y mares y ríos mientras oxigena esos humores que han acabado corroyendo su armadura.

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