martes, 1 de febrero de 2011

En busca de ranas y baobabs.

Sin mucho pensar, descalza y en camisón salgo al balcón. No nieva, pero sí son sentidos los 3 º C bajo la fina lluvia que entristece la ciudad esta mañana.

Parece que fue ayer -gran mentira literaria- cuando llegué a Salamanca, agarrada de la mano de mi yaya y acompañada por mi tía Beatriz. Los dieciocho inocentes años que me coronaban iniciaban su transformación.

Muchas cosas desde entonces se han sucedido en mi vida. Un cambio de carrera, la participación en un partido político y mi consecuente presentación a las elecciones, la colaboración en una asociación cultural, y la venta y manufacturación de grabados en Mercados Medievales. La dolorosa pérdida de amigos, amores, desamores e innumerables circunstancias más que no cabrían en un folio.

Sin embargo, después del camino andado, lo que prevalecen son los amigos. Algunos que estoicamente han permanecido a mi lado, -y a los que quiero con locura- y otros, que abandonaron pero que, recuerdo con cariño porque ese mismo abandono me obligó a llegar hasta aquí.

Dejar la carrera hace años, en su senectud, motivada en parte por la lamentable situación de reformas educativas en España, condujo mi vida a la Ciudad Condal, no sin antes haber llenado mi maleta de bellos recuerdos y experiencias como consecuencia de dos años de estudios en Italia.

Belpaese donde aprendí a amar y a odiar a un país como el mío, que aún me era desconocido por tenerlo tan cerca y que en ese momento empecé a amar por tenerlo tan lejos. Al mismo tiempo, la tierra de Fellini fue haciéndose un gran hueco en mi alma y corazón, y ahí permanece inmóvil hasta el día de hoy.

La Ciutat Vella me ofreció otras oportunidades. La lengua de signos me atrapó y yo la atrapé a ella. La comunidad sorda y sordo-ciega me acogió y fueron espectadores de otra transformación, más vital y pragmática.

El alejamiento de un mundo de ideales filosóficos donde los juicios a priori kantianos habían primado durante un largo periodo, fueron disolviéndose hasta colocar a la hippy, que siempre había sido, con los pies en la tierra, pero manteniendo todavía ese optimismo vital que siempre me ha movido. Los regalos recibidos en ese periodo fueron valentía y una gran amiga de la que acabé siendo testigo en su boda y que a fecha de hoy sigue a la expectativa de mis andanzas.

A pesar de los parabienes, “Yo entré en Barcelona” pero “Barcelona no entró en mi”, así que sin conseguir un trabajo remunerado -la lengua de signos aún no tenía el reconocimiento constitucional de lengua como tal- decidí volver a hacer la maleta.

Mis sueños apuntaban alto y me atreví con la Capital. Jungla de ruidos, olores y prisa. Cibeles me atrapó durante casi cinco años, prometiéndome tierra fértil donde seguir creciendo.

Llegué, me acogieron y cual César pude decir: “Vini, vidi, vici”. Todo fue rodado, casa, trabajo y cómo no, amor.

Allí desempeñé todos los trabajos con los que había soñado desde pequeña. El espíritu bohemio había vuelto. Cortas pero intensas experiencias vitales en México y Japón habían activado un nuevo cambio.

Esa transformación me devolvió de nuevo al mundo de la Academia, e inicié otro ciclo formativo, en esa ocasión, retornaba a las raíces familiares y al sector turístico. Me iba a especializar en Alojamiento.

De esa etapa, recuerdo el esfuerzo por ser independiente, por alternar la vida laboral con la de estudiante en una ciudad, donde la mirada del otro está velada y la importancia del individuo se pierde en el gregarismo, mudando querencias por automatismos inconscientes y cómodos.

La cercanía de los profesores y un trabajo bien remunerado en la mejor empresa hotelera del país me dieron el empuje para seguir en Madrid.

Ese lapso, fue apasionantemente enriquecedor a nivel profesional. Mi valía fue medida por mi capacidad de superación y no por un título superior del que carecía.

Pero como el trabajo no lo es todo, y siempre hay que ir tras una felicidad que se nos escapa como el tiempo, mi querencia me devolvió a mis raíces isleñas. Menorca me volvía a acoger , para reconfigurar una vida que se había quebrado, para devolverme al inicio del viaje. Debía regresar a cerrar lo único que no había acabado hasta el momento. Debía licenciarme en filosofía y debía reemprender de nuevo el viaje en solitario.

Movimiento en 'Allegretto grazioso' que inicié con la visita a mi hermano en el DF, que reactivó de nuevo una vocación que creí perdida: la enseñanza. Al compás de ese movimiento, aparecieron ante mis ojos nuevos lugares, personajes y experiencias extraordinarias.

La pasión de esa enajenación que me condujo a retomar una vida universitaria que me era ya ajena, me trajo de nuevo a ésta ciudad querida, desde donde escribo, y donde me lo he jugado todo. Para muchos de vosotros, era claro “caballo ganador”, y me convencistéis tácitamente. Y por eso, ahora quiero daros las gracias.

Siempre en primer lugar, agradecer a mi familia el saber gestionar tan bien los sentimientos que nos unen y que nos distancian al mismo tiempo, pero que a pesar de todo, siempre nos mantienen unidos.

Raquel ya sabes que este agradecimiento es seguramente el más especial, no sólo por esa capacidad de empatizar tuya, sino por ser esa persona que estuvo ahí, desde ese primer día de clase; en el que nos unió el hablar de vacas y pastos verdes y porque hasta el último día has estado animándome con ese admirable sentido del humor cuando yo lo creía todo perdido.

Olga, gracias a ti también por escuchar en las madrugadas esas desventuras que no dejan de sucederme y por prepararme el Cola Cao, y la cama tantas veces en vuestra casa.

A Vidal, por estar también ahí desde los orígenes, por tus regañinas y por esa confianza sorda que me has ofrecido siempre con una mirada.

A Davinia porque aún sin apenas conocerme, creíste siempre en mi.

A Gilo por ser el filósofo más listo y el que más sabe de Habermas y porque me tuviste en cuenta cuando retomé el camino de vuelta.

Enrico grazie anche a te, perché dopo tanti anni ancora ci credi in questa ragazza -pazza- che gira il mondo senza fermarsi e senza paura.

¡Carmen! , no puedo olvidarte, y menos no agradecer tu presencia en este último sprint, tu experiencia y fortaleza me han servido de guía y ejemplo.

Nuria, eres una loca pirenaica única, Vero y Juditha vosotras podéis: dadle caña.

Y por último agradecer el regalo que me trajo el divino Zaratustra y el terrenal Goffman, y que ha conseguido que los últimos días de tensión, se convirtieran en risas a las cinco de la mañana en la biblioteca y, la histeria incontralada antes de los exámenes se trocara en hilarantes chistes, tan lúcidos como estúpidos. Ahí que te llevo en mi corazón Andrés.

Muchas más historias y muchos más amigos quedan por mencionar, así que ruego os déis por aludidos. Mi viaje sigue y ahora ya puedo decir que estoy más cerca de Nueva Zelanda, por ejemplo.

Ahora sí, definitivamente y si asi lo desean, llámenme “Doña”.

Todo lo que somos es resultado de lo que pensamos” - Buda.

2 comentarios:

  1. Ha sido una carrera de fondo, el resultado genial y los amigos para eso estamos para apoyarnos en las subidas y en las bajadas...Muchisimas Felicidades, Mucha suerte para el nuevo camino, nos vemos en Nueva Zelanda. Te quiero un montón. Gracias por las gracias..jajajaja

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  2. Felicidades por esa licenciatura! El que la sigue la consigue, comprobado. Y nunca es tarde si la dicha es buena.

    De verdad, todo un ejemplo de voluntad.

    Un besazo guapa y que sigamos compartiendo muchos cola-caos.

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