domingo, 27 de marzo de 2011

INTERPRETACIÓN FILOSÓFICA Y ESTÉTICA DE LA EXPOSICIÓN "ATLAS ¿CÓMO LLEVAR EL MUNDO A CUESTAS?".


Hasta mañana lunes, 28 de marzo 2011, en el 'Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.' Madrid.

Encuadre analítico y estético concebido gracias a la imaginación creadora del historiador Aby Warburg (1866-1929). Descubridor de la madriguera donde habita la imagen, ofreciendo un nuevo transitar por la historia de un siglo que dejamos atrás, pero que aún pervive icónicamente en nuestra memoria visual.

Atlas visto como expresión de un proceso hermenéutico, producto imaginativo e imaginario, apto para la construcción de autobiografías, figurando retratos cambiantes mediante procesos depurados y heurísticos; donde la violencia en muchas ocasiones es marca recurrente y resorte seguro del inconsciente.

A lo largo de la exposición, mientras John Baldessari nos muestra su insistencia en enseñar el alfabeto a una planta ['Teaching a plant the alphabet', 1976]; Walter Benjamin hace las veces de arqueólogo de la memoria con sus entramados estéticos, construyendo con cuidadas teselas, Atlas existenciales, reflejo de los mosaicos de la cotidianidad más universal.

Resulta imposible olvidar en este diálogo, ejemplos de universalidad como la que practica J.L. Borges al hacer mención a la enciclopedia china, o la que pone de manifiesto Michel Foucault en 'Las palabras y las cosas'. Ejemplos de una genética gramatical fija, que aúna las más variables de las herencias: la sintáctica y la ortográfica.

Objetividad subjetivizada de una memoria latente, que deja de funcionar ante la indigestión de imágenes a las que nos sometemos a diario. Los Atlas se convierten así, en una tecla de pausa invisible que frena, durante su creación y visionado, esa desmesurada velocidad.


Lewis Carroll expresa un mapa vacío, una cartografía sin límites, donde la fisicidad y lo neuronal conforman un planisferio propio que se transforma, se mimetiza y se objetiviza en el Mundo -como defendería Heidegger.

Diario de múltiples viajes sin un destino físico o geográfico. Los Atlas marcan el trayecto de ida y vuelta a un contenido originario, alejándose de la oniricidad de Kubin. Cajones dalinianos en cuerpo de mujer, que se convierten en esencia de experiencias y de conocimiento.

Grosz en 1920 tuvo el valor de abrir alguno de ellos en su crítica ante lo absurdo de la guerra, y así lo hicieron también José Bergamín, Walter Benjamin y Picasso al descubrir su 'Guernica'.

Mapamundis que exponen y denuncian prejuicios solapados y ahogados por un inconsciente social, atormentado y temeroso, que soterra una vil violencia mental , generada por el abuso físico e informativo incontrolado, que nos enajena de una realidad palpable y que sincrónicamente nos deshumaniza.

La transgresión del Atlas procura atentar contra un ostracismo burgués, de hombres modernos vacuos, normativos y superficiales.

Las vanguardias de principios del siglo XX siempre velarán por defender nuestra existencia en un mundo, construido de pedazos de realidades , que emergen de cada uno de nosotros. Continentes de acciones y pensamientos que constituimos como un todo fragmentado y frágil.


Antropología imaginaria en la que la imagen, no es sólo un mero reflejo, sino la Mirada Consciente.

La profundidad del tiempo de la que hablaba Rainer Maria Rilke se manifiesta en los gestos más humanos, en un pathos que nos es propio y que nos compone.

Interpretaciones que no nos procuran un mapa descriptivo, sino una sinopsis integradora que inventa una enciclopedia de saber inmediato, como lectura de una realidad particular dentro de un marco general.


El Atlas acaba siendo así reflejo de un "alter-antropocentrismo" que hacemos nuestro en cada disquisición.

"Busca la profundidad de las cosas; hasta allí nunca logra descender la ironía." — Rainer Maria Rilke


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